En los 20 años que viví y trabajé fuera de mi tierra (Vigo, Navarra, País Vasco), nunca se cuestionó mi trabajo, ni recibí presión de ningún tipo, todo lo contrario, siempre se abrieron las puertas, tanto en mi faceta de pintor, como en la gestión cultural.

Desarrollé muchos proyectos culturales, impartí clases, con un gran volumen de alumnos/as. La buena actitud y el respeto que se me daba, me ayudaron poderosamente, para adaptarme a unas tierras que no eran de mi origen.

Muchas veces soñé con retornar a mi isla y poder disfrutar de su naturaleza y de sus gentes. La triste realidad es que me siento un extraño en mi propia tierra, no hay interés por las ideas e iniciativas que pueda traer de fuera, ni por la experiencia acumulada que podría proyectar en la cultura local, se valora mucho más lo de fuera, se pone alfombra roja a cualquier listillo de dudosa calidad, que nos vende la moto.

Hay mucho talento en la isla y lo más INTELIGENTE es invertir en lo nuestro, algún día tendremos que quitarnos de encima el tóxico complejo de inferioridad insular.